viernes, 21 de enero de 2011

Hábitos de estudio: Quemar después de leer


No podría decirse que voy a coger un "moreno de flexo" porque, en realidad, no estudio en el escritorio "como las personas normales", que diría mi madre. Aunque tengo mis momentos.

Empiezo en la silla, con los apuntes encima de la mesa. Pero en ese primer acercamiento solo estoy hojeando y ojeando los apuntes. Suelo subir los pies a la mesa, para encontrar una postura más contorsionada, lo que me da un poco más de concentración. Mi madre suele hacer comentarios del tipo "mira a ver si pudieras poner los pies en la estantería". Humor de madres.

Del escritorio paso a la cama. Cuando estudio acostado ya se puede decir que estoy estudiando. Más concentrado. Más y más cuanto mayor es el número de folios que hay a mi alrededor, encima de la colcha y esturreados. Pero cuando de verdad se sabe que estoy con la maquinaria al 110% es cuando cojo "la pelota". La pelota es ese minibalón de fútbol que aparece en la foto, tan importante para mí como los propios apuntes en lo que se refiere a un examen. Está hecha de gomaespuma y es algo así como una pelota anti-estrés; para mí es la pelota pro-concentración. Cuando estoy encima de la cama y empiezo a tirarla contra el techo como si fuera un convicto es cuando mi cerebro está empezando a almacenar y clasificar la información a un nivel óptimo. Y en ese momento empiezo a moverme. Me levanto y ando por mi habitación, que no es muy grande, mientras tiro una y otra vez la pelota contra el techo, la pared, el armario... Me molesta cuando da contra la moldura del techo y no rebota hacia donde quiero porque eso me hace perder tiempo mientras la busco por debajo de la cama; pero no me desconcentra. Por último, para repasar y rememorizar todo, vuelvo a la silla, al escritorio ha recordar todo escribiendo esquemas en esos folios de asignaturas anteriores o de impresiones fallidas, a una cara, inservibles y que todos tenemos. Mi hermano y yo los llamamos "folios pa guarrear". Son para hacer cuentas, para dejarle a mi madre cuando necesita apuntar un teléfono o la lista de la compra para mi padre, para hacer esquemas y cuadros comparativos una y otra vez. Lo bueno es que al final acaban en el cubo para reciclaje... es demasiado papel para malgastar.

Pero no había empezado a escribir para contaros todo esto. Sino para deciros que siempre me pasa lo mismo. Siempre. Asignaturas feas. Deberían ser las primeras a por las que hay que tirarse a muerte, pero nos las dejamos para las últimas. Ayer, Jueves 20 de Enero de 2011, tuve el examen de la asignatura Evolución de los Estilos Musicales. Un tostón anual de 2º curso de Magisterio Musical, y por cierto una de las 2 que, hasta ayer, me quedaban para terminar la carrera (ahora solo me queda la del Jueves que viene y se podrá decir que soy Maestro de Música e Inglés, doble diplomatura). Una de las pocas asignaturas con algo de dificultad de la carrera; (vengo de una ingeniería y a cualquiera que me diga que un magisterio es difícil puedo decirle unas cuantas asignaturas verdaderamente difíciles). Véase el ejemplo de mi matrícula de honor en Matemáticas y su Didáctica, una asignatura para la que muchísima gente pide la compensatoria, y eso que yo solo tenía un 5 raspado en Fundamentos Matemáticos de la Ingeniería, y estoy más orgulloso de mi 5 en Fundamentos matemáticos que de esa matrícula, la verdad. Pero, como decía, siempre me pasa igual. El miércoles, la noche antes del examen, resultó que nos dije a mi madre y a mí mismo, que quemaría esa cantidad de bloques y temas, que quemaría todos esos apuntes en cuanto supiera que he aprobado, ya fuera ahora o en Junio; llevo estudiando desde octubre. Resulta que tengo un 8 (solo nos presentamos 4 y los ha corregido pronto). Ahora miro esos apuntes y me da pena quemarlos. Empecé la asignatura en Septiembre de 2009 y no tuve narices a presentarme a los parciales. En Junio de 2010, el día después de que España ganara la semifinal del Mundial, conseguí ir al examen; lo vi y me reí. Lo entregué, me eché mi bandera de 2 metros a la espalda a modo de capa y salí del aula entre risas y algún que otro "VAMOS!" con el puño apretado. En Septiembre opté por ni ir, con la asignatura totalmente atragantada. He pasado tantas horas con esos apuntes, en la mesa, en la silla, en la cama... Tantas vueltas, tantos esquemas, tanta tinta y saliva gastada solo para aprenderme toda esa información...

Espero hacer una entrada próximamente en la que salgan ardiendo, solo para darme esa satisfacción, solo porque nunca antes lo he hecho a pesar de haberlo dicho tantas veces... Pero me va a dar pena. Mucha pena.

1 comentario:

  1. Yo optaría por no quemarlos.
    ¿Y la satisfacción de mirarlos de reojo de vez en cuando, pudiéndo decirles "pude con vosotros"?
    Yo lo hago con TODOS los apuntes desde que acabé con esta pestilante carrera.

    ResponderEliminar