jueves, 31 de marzo de 2011

Palabra de Tyler



Para escuchar mientras lees: Pixies - Where is my mind

En el mundo que imagino se cazarán alces en los bosques húmedos de los cañones que rodearán las ruinas del "Rockefeller Center". Se llevarán ropas de cuero que durarán toda la vida. Se trepará por lianas tan gruesas como mi muñeca que envolverán la torre "Sears". Y cuando se mire hacia abajo, se verán pequeñas figuras humanas machacando maíz y secando tiras de carne de venado en el asfalto de alguna gigantesca autopista abandonada.

Todos sabemos que se suele dañar mas a la persona que quieres, pero también puede ser al revés.

Esta es tu vida y se acaba a cada minuto.

La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar.

Si el tiempo vivido es largo, el índice de supervivencia para todos se reduce a cero.

Lo que posees acabará poseyéndote.

Cuando la gente cree que te estás muriendo es cuando en verdad te escuchan, en lugar de estar esperando su turno para hablar.

Somos una generación de hombres criados por mujeres, me pregunto si realmente otra mujer será la respuesta que necesitamos.

Tienes que saber, no temer, saber que algún día vas a morir, y hasta que no entiendas eso, eres inútil.

No eres un bonito y único copo de nieve, eres la misma materia orgánica en descomposición que todo lo demás, todos somos parte del mismo montón de estiércol.

¿Qué es peor, el infierno o la nada? Quema los museos, límpiate el culo con la Mona Lisa, para que al menos Dios aprenda tu nombre.

Quería destrozar algo hermoso.

Somos los hijos indeseados de Dios, ¿y qué? Nuestros padres eran nuestros modelos de Dios, y si nuestros padres nos fallaron, ¿qué dice eso de Dios? Tienes que tener en cuenta la posibilidad de no caerle bien a Dios, él nunca quiso tenerte. Con toda probabilidad Él te odia, pero no es lo peor que pueda ocurrirte. ¡¡No lo necesitamos!! Que se jodan la maldición y la redención, somos hijos no deseados de Dios, así sea.

Corrí... corrí hasta que mis músculos ardían y mis venas bombeaban ácido de batería, y luego...
seguí corriendo.

No sois vuestro trabajo, no sois vuestra cuenta corriente, no sois el coche que tenéis, no sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones, sois la mierda cantante y danzante del mundo.

El tocar fondo no es un retiro de un fin de semana, no es un maldito seminario. Deja de intentar controlarlo todo y suéltate de una vez. Suéltate.

El condón es el zapatito de cristal de nuestra generación. Reservas uno cuando conoces a un extraño, bailas toda la noche... y luego lo tiras.

Me has conocido en un momento extraño de mi vida.

Enhorabuena, estás a un paso de tocar fondo.

Si estás leyendo esto, el aviso va dirigido a ti. Cada palabra que leas de esta letra pequeña inútil, es un segundo menos de vida para ti. ¿No tienes otras cosas que hacer? ¿Tu vida está tan vacía que no se te ocurre otra forma de pasar estos momentos? ¿o te impresiona tanto la autoridad que concedes crédito y respeto a todos los que dicen ostentarla? ¿lees todo lo que te dicen que leas? ¿Piensas todo lo que te dicen que pienses? ¿Compras todo lo que te dicen que necesitas? Sal de tu casa, busca a alguien del sexo opuesto. Basta ya de tantas compras y masturbaciones. Deja tu trabajo. Empieza a luchar. Demuestra que estás vivo. Si no reivindicas tu humanidad te convertirás en una estadística. Estás avisado.

El pequeño rasguño en el cielo de la boca que cicatrizaría si pudieras dejar de irritarlo con la lengua, pero no puedes.

Un instante es lo máximo que se puede esperar de la perfección.

Todo lo que alguna vez amaste te rechazará o morirá.

No quiero morir sin tener cicatrices.


lunes, 28 de marzo de 2011

Uno... dos...

Para escuchar leyendo:

Volar

Es una sensación extraña, volar. Como un cosquilleo en la barriga. Parecido a cuando eructas sin abrir la boca después de un gran trago de una de esas bebidas con gas y la nariz se te llena de erizos de mar. Igual, pero en la barriga.

Abro la ventana. Uno... agarro con fuerza los marcos con las manos. Dos... mi cuerpo se balancea hacia delante y hacia atrás. Tres... un par de pasos rápidos, un impulso de las manos. Siempre los ojos cerrados. Pero al abrirlos, ahí estoy, el viento en la cara, los brazos abiertos en cruz. Al principio me daba miedo y pegaba los brazos al cuerpo, pero ahora disfruto del viento. Ahora muevo las manos como las alas de un colibrí atrapado en un tiempo en el que los segundos duran años, para sentir las nubes rozar la punta de los dedos.

Me gusta volar en esas noches en que la luna es una suerte de arañazo en la cortina de brillantes del cielo. Esas noches en que parece que, allá a lo lejos, alguien haya olvidado cerrar la puerta que da al mundo de los sueños y parezca fácil llegar hasta allí y cruzar. Pero nunca llego, está demasiado lejos, así que le mando un beso con la mano y pienso que la próxima vez tendré más suerte. Cuando hay luna llena me gusta acercarme y acariciarla con las pestañas, le hago cosquillas y nos reímos un rato.

A veces me siento en el tejado más alto que encuentre a comerme las nubes que se me quedan entre los dedos, están tan ricas... Saben como a Sol y a sueños. Es raro, también, cómo saben las nubes.

sábado, 26 de marzo de 2011

Nick Vujicic

En total, 22 minutos, 7 segundos. Quizá no os toméis tiempo, porque pensáis "joder, es que no tengo tiempo". Pero si nunca os tomáis tiempo, entonces... ¿cuándo lo tendréis?

Gracias, Nick Vujicic. Gracias.








sábado, 19 de marzo de 2011

¿Por qué te gustan las nubes?

Para escuchar leyendo:

http://www.youtube.com/watch?v=EtSAIhP1-5s

El sol nos daba de lado y la carretera se extendía sin fin ante mis ojos. Tú, acurrucada en el asiento al lado del mío, con la cabeza apoyada en un cojín y las manos juntas bajo tu mejilla. Estabas lo suficientemente girada que no sabría decir si dormías o contemplabas el paisaje que pasaba sin prisa a nuestro lado, meciéndose, saludándonos como un niño al tren que pasa.

Bajo tu blusa de algodón blanco, tu hombro dibujaba una curva perfecta y tu piel refulgía con ese brillo suave de las fotos antiguas y los sueños. En mi cara se dibujaba esa mueca propia de la felicidad establecida en el alma, una suerte de sonrisa más propia de quien, acostado bocarriba en su cama después de hacer el amor, mira al techo viendo el cielo. "Te quiero" pensé. Y, con miedo a despertarte por el roce de mi mirada, volví la vista a la carretera, echando un último vistazo a tu figura, recortada con la luz, un par de mechones sueltos detrás de tu oreja danzando lentamente en el aire que se me antojaron de oro puro al sol.

-¿Por qué te gustan las nubes? - Me preguntas sin dejar de mirar el mundo por la ventanilla, pero con los ojos puestos en el espejo retrovisor. Mi sonrisa se vuelve más evidente ahora y frunzo un poco más el ceño, en un juego de sospechas.

-¿Y a ti quién te ha dicho eso? - Pregunto divertido, con un tono detectivesco.

-Veo cómo las miras... - me dices con un punto misteriosamente celoso en la voz y yo no sabría decir quién jugaba ahora con quién a los detectives.

-¿Ah, sí? Y ¿cómo las miro?

- Las miras como me miras a mí... - Te incorporas y, por un momento, te miro y nuestras miradas se enredan en un beso. Mi sonrisa ahora es toda una declaración y miro a la carretera, sin nada que ocultar.

Tu mano se posa en mi nuca un instante y tu dedos exploran mi pelo, buscando un lugar en el que encajar. Te remueves en el asiento y acercas tu cara a la mía. La punta de tu nariz acaricia mi cuello y, durante el mejor momento de mi vida, hueles mi piel varias veces, en un intento de conservar ese momento con todos los sentidos. Tus labios se aprietan contra mi cuello en un beso tierno y tan verdadero como la vida y la muerte. Me acaricias la mejilla con el dorso de los dedos y vuelves al paisaje. Te miro y veo tu figura recortada al sol, y el mundo que pasa a nuestro lado, y no hace falta que te diga nada más.

martes, 15 de marzo de 2011

Demasiado tarde



Primero se llevaron a los negros
pero a mí no me importó;
porque yo no lo era.
Enseguida se llevaron a los judíos
pero a mí no me importó;
porque yo tampoco lo era.
Después detuvieron a los curas pero,
como yo no soy religioso,
tampoco me importó.
Luego apresaron a los comunistas pero,
como yo no soy comunista,
tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí...
pero ya es tarde.


martes, 1 de marzo de 2011

Qué hago aquí


http://www.youtube.com/watch?v=df-eLzao63I

La copa en la mano empezó a pesarme. Miré a mi alrededor. Llevaba un rato solo. Cynthia caminaba entre los presentes y se besaba aquí y allá. "Feliz cumpleaños", decían. "Qué estoy haciendo aquí", me dije. Miré a un lado y vi mi reflejo en una vitrina de manera que mi cara se partía entre dos hojas de cristal, creando el rostro de alguien irreconocible, alguien que no era yo. Aquella gente apestaba, y a mí me costaba respirar su hedor. Notaba como si enfermara más a cada segundo que pasaba en aquel lugar. Cómo podía haber estado tan ciego. La miré, una niña tonta que nada tenía de todo cuanto había querido ver en ella. De repente, una voz me sobresaltó:

- ¿Qué haces aquí, chaval?

- Eso quisiera saber yo, señor -apuré el champán que quedaba en la copa y le pregunté al camarero que pasaba por allí si me podía traer una cerveza.

- Entiendo. Llevo un rato observándote y... este no es tu sitio, ¿verdad?

Podría habérmelo tomado como una declaración de arrogancia por parte de otro snob menospreciándome, pero lo cierto es que sonaba a todo lo contrario. Aquel hombre sonaba sincero. Y tuve curiosidad.

- ¿A qué se refiere, señor?

- Un chico de barrio. Una niña mona. ¿No sientes asco por todo esto?

- Bueno... - aquello me había pillado completamente a contrapié. No supe qué decir.

- Yo de ti me iría. Me iría antes de que fuera demasiado tarde -y entendí que aquel hombre no hablaba de mí, sino de él mismo. - Caes en la trampa de su flatulenta arrogancia, acabas hablando como ellos - alzó la copa y sonrió falsamente a alguna mujer, quizá la suya, mientras yo lo miraba atónito, viendo en él a un yo posterior -dando el mismo asco que ellos. Niñas ricas, maleducadas. Déjame adivinar, el traje ni siquiera es tuyo.

- Pues... lo cierto es que no, señor. Yo no tenía ninguno tan...

- Caro - apuntó él -, ¿me equivoco?

- En absoluto.

- Es lo único que importa, el dinero. Vete de aquí, chico - parecía cansado -. Disfruta tu vida sin tener que llevar una máscara durante el resto de tus malditos días. Hazlo por mí, por lo que yo no tuve el valor de hacer.

Cogí la cerveza que pasaba por allí y, justo antes de empezar a caminar, me dirigí a él.

- ¿Quién es usted?

- Alguien que era igual que tú, aún recuerdo ese brillo en mis ojos. Alguien que intenta ayudarte.

Bajé las escaleras y salí por la puerta. Sabía que quizá pasarían horas antes de que Cynthia se hubiera dado cuenta de que no estaba y acerté a girarme para verla una última vez. Estaba junto al hombre con el que yo había estado hacía un momento y le gritaba "gracias papá". El hombre la abrazó y, mirándome por encima del hombro de su hija, me guiñó el ojo, salvándome la vida. Se me escapó media sonrisa, me atusé el pelo y salí de aquel lugar podrido.

Nunca el aire me supo tan bien en los pulmones.