miércoles, 11 de mayo de 2011

Adiós, mi amor.



Una puerta se cierra.

Fueron muchas horas. Muchas contigo, muchas allí. Sobre todo allí. Porque nunca fuimos mucho de salir por ahí, verdad? Fuimos más bien modestos, jeje. Pero cuando salimos... qué gozada, te acuerdas? Juntos fuimos capaces de atrapar la atención
del mundo entero, de sentirnos reyes. Y es que, en cierto modo, nadie jamás ha logrado hacerme sentir como lo has hecho tú, de hacerme sentir lo que tú me has hecho sentir tantas veces.







Muchas horas contigo, sí. Con calor, con frío. Sudé mucho a tu lado. También lloré. Interminables horas del tic del metrónomo que se volvía loco y me volvía a mí. Me frustraste, te pegué. Me hiciste feliz. Y, créeme, eso no es fácil. Lo pasábamos bien, mejor que bien, con más ganas que destreza, con más ilusión que técnica, pero yo era feliz. Me realicé contigo. Jamás he sido tanto yo mismo como cuando he estado contigo.







Y es por eso que me despido de ti. Porque allá donde voy no puedo llevarte. Te quedas aquí. Atrás. Te dejo amontonada, guardada para que nadie pueda hacerte mal. Te dejo cuidada, con la promesa quizá no de regresar, pero sí de no olvidarte jamás, ni olvidar aquellos momentos, algunos entre los que considero más importantes de mi vida, que me diste tú.









Dejo nuestro local, el que fue más tuyo y mío que de nadie más, vacío. Pero sé que, hasta que se acabe el tiempo, seguirán sonando tus armónicos, esos que tanto me gustaban, y los ecos de nuestra música, la que hicimos solos, la que algún día acompañamos, la que me dio la felicidad.

Gracias. Gracias, gracias, gracias.

3 comentarios:

  1. No le digas adiós, dile sólo.....hasta luego.
    Muy bonito escrito.
    -Tu Negra-

    ResponderEliminar
  2. Vuelve señorito vuelve! Se le extraña por estos lares!

    ResponderEliminar
  3. Estas tardando demasiado en volver. Me preocupas...
    Te echo bastante de menos por aki, snifff!

    ResponderEliminar