lunes, 10 de febrero de 2014

Y tú, qué sabes hacer?

Y tú, ¿qué sabes hacer?

Me molesta un poco cuando le digo a alguien que me gustaría aprender a hacer tal o cual cosa y me dicen algo así como “¿y eso para qué?” o, lo que es peor aún, “anda calla, qué va hombre qué va, te vas a meter tu ahora a... que no hombre, que no… que eso no te hace falta, ¿qué necesidad tienes tú de eso?¿tú sabes lo difícil que es eso?”. Y cuando digo que me molesta un poco me refiero a que me molesta muchísimo. De hecho, la primera sensación es de desaliento por la falta de apoyo, pero luego me recupero y lo que me siento es distante de esa persona.

Hace unos días vi una foto en facebook donde aparecía un gato con pose y mirada muy arrogantes (un gato normal, vamos), y se estaba limando las uñas; de su boca salía un bocadillo con la frase: “¿Sabes cuál es la diferencia entre tu opinión y una pizza? Que la pizza la he pedido”. O lo que es lo mismo, si no me vas a ayudar, no pasa nada, pero no intentes desanimarme. Solo porque tú no pienses hacer absolutamente nada de nada no significa que los demás vayamos a hacer lo mismo.

Últimamente, y debido en las actividades en las que me estoy moviendo durante los últimos meses, me he encontrado frecuentemente con el “ideal del hombre renacentista”, esto es, una persona que no es experto ni se especializa en un campo sino que, al contrario, intenta tocar un poco de todo, teniendo como máximo exponente a Leonardo da Vinci. Por otra parte todos sabemos que “el que mucho abarca poco aprieta” (nada aplicado a Da Vinci, aunque sí al resto de nosotros) así que supongo que el verdadero ideal sería que ni tanto ni tan calvo, es decir, una persona que, además de estar enfocada (aunque no llegue a ser un verdadero experto) en un campo, supiera “lo suficiente” de muchas cosas más.

Para ser más claro, no tengo ni idea de electricidad, de costura, de mecánica, estoy a punto de iniciarme en la carpintería y hasta hace unos meses, de cocina no sabía más que hacer macarrones con atún y ensaladas. Por el amor de dos! (dirían Martes y Trece) Si nunca he cogido un taladro para hacer un agujero en la pared!

En el blog Vivir al Máximo leí no hace mucho algo así como que si se te pincha la bici puedes llevarla a arreglar o intentar aprender a arreglar un pinchazo tú mismo (cosa al parecer bastante sencilla, yo nunca lo he hecho). Te puedes gastar el dinero en arreglarla una vez o bien invertirlo en las herramientas necesarias para arreglarla tantas veces como lo necesites en el futuro. Visto así piensas: “joder! Al final me puedo ahorrar algo de dinero cuando a mí, a mi novi@, a mis hijos, hermanos o amigos se nos pinche otra rueda”. Y entonces piensas, ¿y si eso lo puedo aplicar a más aspectos de mi vida? No saques las cosas de quicio, que te conozco; no te estoy diciendo que puedas aprender a construir un avión caza de combate viendo un par de vídeos de youtube y que luego puedas descargarte un curso gratuito de Floqq para aprender a pilotarlo. Pero hay infinidad de cosas que son muy fáciles y que no aprendemos única y exclusivamente por gandulería. Hace unos 9 años (dios qué viejo me siento) vi a hurtadillas como un cerrajero les abría la puerta a unas compañeras de la carrera porque éstas, torpes de sí, se habían dejado las llaves. Les cobró 80 eurazos por 5 minutos de trabajo. Ese tío les hizo la tres catorce con un miserable trozo de radiografía. Ese día aprendí a abrir puertas que no tuvieran echado más que el resbalón. Además, uno nunca sabe cómo de bien se le puede dar algo ni si, en algún momento de su vida, ese aprendizaje le va a aportar más beneficios que el ya de por sí de la satisfacción que da saber hacer algo bien hecho (que con eso, a mí, ya me vale).

Así que ahí estoy yo, hace un par de meses cumplí 28 años y dentro de un par más me voy a mudar “definitivamente” (lo único verdaderamente definitivo que hay en la vida es la muerte) a España, a empezar “el resto de mi vida” con pensamientos de que la casa a la que me mudo sea la casa en la que me visiten mis nietos dentro de 50 años (con suerte), me quedan menos de 2 años para tener 30 y, aparte de para echarte unas risas, si quieres contar conmigo será para darte apoyo moral. Así que me he cansado de no saber hacer ni la p*** O con un canuto, y me he dicho a mí mismo “hasta aquí”. Me he propuesto acercarme al ideal del hombre renacentista y aprender, antes de los 30, a cocinar un buen puñado de recetas elaboradas, a saber cambiar un enchufe, a construir algunos muebles con mis propias manos (para casa y para donarlos a cualquier lugar de caridad), a coser siquiera unas buenas fundas para cojines (entre los muebles que voy a construir tengo en mente un sofá que necesitará cojines, además de que así podré cambiar el aspecto del sofá cuando me apetezca), a pintar yo mismo las paredes de la casa, y a cambiarle el filtro a la lavadora… no, espera, eso último no.

Soy bastantes cosas, y cabezón es una de ellas. Así que aquí lo pongo por escrito: cuando cumpla 30 años tengo que poder decir de mí “míra, te valgo para un roto y para un descosido, que lo mismo te pinto la pared, que te coso unos cojines, que te hago una paella o te construyo una cama y encima la decoro… un hombre como está mandao!”

Y ahora te cambio la pregunta, y tú ¿qué vas a aprender a hacer?



No hay comentarios:

Publicar un comentario